Tema 2.1.1




La ética de Aristóteles contiene sin duda una de las primeras y más significativas investigaciones sobre el bien perfecto del hombre o felicidad.

La «eudaimonía»: contemplación, virtud y bienes
La investigación aristotélica acerca del contenido de la felicidad humana parte de una concepción finalista del obrar deliberado como la explicada en el capítulo precedente. Lo que Aristóteles se pregunta es, por tanto, cuál es la actividad más perfecta, la más elevada y excelente, la más bella y, sólo por ello, también la más agradable y placentera. Esa actividad será la que poseerá el bien más elevado de modo perfecto, ininterrumpido y autosuficiente dentro de lo posible. Aristóteles considera y compara las diversas opiniones de los hombres acerca de la felicidad. Excluye que el placer, la riqueza y los honores puedan darnos la felicidad, porque deseamos esos bienes para ser felices, mientras que nadie busca la felicidad en vista de ellos. La conclusión de su investigación es que lo bueno por sí mismo es la vida conforme a la razón o vida virtuosa.

Lo que hace feliz al hombre es la perfección de la actividad según la razón, perfección a la que llamamos virtud y, si las virtudes son varias, «la mejor y más perfecta, y además en una vida entera.
Aristóteles distingue dos dimensiones en la razón, la teórica y la práctica, a las que corresponden dos tipos de virtudes, las virtudes intelectuales (dianoéticas) y las virtudes éticas o morales. La actividad más alta y más digna es la contemplación teórica de la verdad, por lo que considera que son las virtudes intelectuales las que dan al hombre la felicidad perfecta. Pero Aristóteles habla también de un segundo tipo de felicidad, una felicidad imperfecta, que consistiría en la vida de quien regula su conducta según las virtudes éticas.

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