La insuperable indeterminación del fin último
El fin último o felicidad no es susceptible de recibir una determinación filosófica verdadera y que, por ello, no puede constituir el punto de referencia de una moral que pretenda ser objetiva y universal. La objeción ya fue formulada por Kant, y con una formulación y un alcance diversos es propuesta también en la actualidad.
Haber más afirma que la ética de las
virtudes está estrechamente ligada a la posibilidad de demostrar que cierto
tipo de vida es el mejor y, por eso, parece presuponer una concepción
metafísica general del mundo y de la existencia humana. Ahora bien, según Haber
más, vivimos en una época pos-metafísica en la que toda concepción metafísica
general ha de considerarse definitivamente muerta. Sólo la religión y las
tradiciones sociales y culturales particulares pueden proponer a sus adeptos —y
sólo a ellos— una concepción del bien, que no puede aspirar, por tanto, a ser
universalmente aceptada, así como tampoco serán universalmente aceptadas las
normas que dependiesen de esa concepción del bien. En pocas palabras: tantas
concepciones del bien, tantas morales.
Por esto, concluye Haber más, se debería distinguir
entre la «ética», que se ocupa de los ideales, valores, proyectos de vida
derivados de la propia auto-comprensión, y la «moral», que establece soluciones
justas a los conflictos de intereses sobre la base de un consenso social,
después de lo cual habría que sostener la primacía de la justicia (la «moral»)
sobre la concepción del bien (la «ética»).
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