Insuficiencia
del recurso a la norma o al deber: el gobierno de la acción presupone el
gobierno de la vida
Cabría objetar a lo que hemos dicho
hasta ahora que es más sencillo explicar la vida moral recurriendo a las normas
o deberes morales de carácter absoluto. Concedemos que si todo el problema
moral consistiese en «no robar», sería más sencillo partir del valor absoluto
del mandamiento «no robarás». Pero la vida moral no se reduce a «no robar», ni
tampoco al conjunto de acciones, más grande, pero siempre limitado, que pueden
regularse mediante un código de normas universales. Lo que interesa encontrar
no es el punto de vista más sencillo, sino el más fundamental, el más positivo,
y el más abarcante. Si se adoptase como punto de partida la ley o el deber de
hacer u omitir determinadas acciones, no precedido por la indicación de un
objetivo global positivo y deseable, la Ética se configuraría como un conjunto
de límites y prohibiciones al servicio de un objetivo que, por muy noble que
fuese, sería siempre parcial, limitado y limitativo, gravado por «costes
externos», acerca del cual siempre cabría preguntarse si vale la pena
respetarlo.
La insuficiencia del punto de vista que toma la norma
o el deber como realidad primera y esencial del fenómeno moral es, por tanto,
doble. Es insuficiente, en primer lugar, porque es demasiado restringido:
alcanza a algunas acciones, pero no a la vida moral en su conjunto. Es
insuficiente, además, porque es un punto de vista negativo o limitativo que,
como tal, carece de verdadera motivación. Si la norma es lo primero, entonces
no puede ser otra cosa que un límite que debe admitirse en la satisfacción de
nuestras tendencias.
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