La acusación
de hedonismo
La tesis kantiana según la cual todo
eudemonismo es un hedonismo. Conviene precisar ante todo el significado exacto
de esa afirmación. Kant no tiene inconveniente alguno en admitir que ser feliz
es una exigencia necesaria de todo ente racional finito. También concede que la
moral, una vez que se ha constituido autónoma y exclusivamente sobre el deber,
postula la existencia de «la incondicionada totalidad del objeto de la razón
práctica pura, con el nombre de bien supremo», que consiste en la síntesis
operada por Dios en la otra vida entre dos realidades de suyo heterogéneas, la
moralidad y la felicidad, de suerte que quien por la virtud se hizo digno de
ser feliz, lo sea realmente. Admitir como definitivo el sufrimiento de los
justos y la prosperidad de los inmorales sería un escándalo para la razón.
Lo que Kant afirma rotundamente es
que la felicidad y la moralidad son realidades esencialmente diversas, por lo
que ni la felicidad puede ser un principio de la moral, ni la moralidad puede
garantizar la felicidad. Desde el punto de vista de Kant Si la felicidad es una realidad hedónica,
consistente en la suma de todo placer y en la ausencia de todo dolor, las
posibilidades son dos: o la consideramos como una realidad de naturaleza
«extra-ética», y entonces no puede ser principio de la Ética; o la consideramos
de algún modo como principio de la moral, y entonces la moral es un conjunto de
reglas para obtener el placer y evitar el dolor o, lo que es lo mismo, es una
moral hedonista.
Kant formula una tesis filosófica: la
felicidad es, y no puede no ser, una realidad hedónica. Esta tesis depende del
formalismo de la moral kantiana, el cual, a su vez, está estrechamente ligado a
su teoría del conocimiento. El único acto cognoscitivo que nos pone en contacto
con la realidad es la intuición sensible, y el único acto que pone a la voluntad
en contacto con la realidad es el sentimiento de placer y de dolor. No hay
objetos o contenidos del conocimiento y de la a petición que sean de índole
racional.
Todo queda sometido a una alternativa
que no admite mediación alguna: o formalismo o hedonismo. Pero la alternativa
es falsa: está enteramente viciada por la aceptación del error común y
fundamental del sensualismo.
Para Kant, o el placer está totalmente ausente del plano de la motivación, o lo ocupa y lo vicia por entero. Es una posición rigorista para la que cualquier idea de satisfacción de la tendencia es al menos sospechosa, ya que no admite que el bien moral pueda ser objeto de la aspiración humana.
Para Kant, o el placer está totalmente ausente del plano de la motivación, o lo ocupa y lo vicia por entero. Es una posición rigorista para la que cualquier idea de satisfacción de la tendencia es al menos sospechosa, ya que no admite que el bien moral pueda ser objeto de la aspiración humana.
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