Tema 1.1.2.



El fin último y el «punto de vista moral»

Visto que la consideración de la vida como un todo es presupuesta por los actos con los que establecemos una jerarquía entre las más importantes dimensiones de nuestra existencia, y también por las elecciones que, aun poseyendo en sí mismas un alcance menor, encuentran en aquella jerarquía su necesario encuadramiento, conviene precisar algo más qué es esa consideración y qué relación existe entre ella, el concepto de fin último y el punto de vista moral.

1) La consideración de la totalidad de la vida se puede entender primeramente con relación a su duración o extensión temporal.
La previsión razonable del curso futuro de la vida, que ciertamente nunca está por completo en nuestras manos, es ya una forma de trascender reflexivamente las circunstancias del momento. Pero la consideración de la totalidad de la vida requiere sobre todo adoptar un punto de vista globalizante en cuanto a los contenidos que es capaz de focalizar, es decir, requiere el esfuerzo por no dejar nada o casi nada fuera de nuestra reflexión: se trata, pues, de abarcar la totalidad de nuestras tendencias y deseos, y de las actividades y fines a ellos ligados. Las finalidades no últimas dejan algunos bienes reales o posibles fuera de sí, desde los cuales esas finalidades pueden ser relativizadas, antes o después de obtenerlas. La meta de llegar a ser un médico famoso, por ejemplo, contiene muchos bienes: ciencia, prestigio social, posibilidad de llegar a ser un benefactor de la humanidad por la propia aportación a la lucha contra una o varias enfermedades, desahogo económico o incluso riqueza, oportunidad de viajar, etc., pero no contiene todos los bienes.
Puede suceder por eso que, una vez alcanzada esa meta después de un largo y duro trabajo que ha minado la salud, el interesado dude seriamente de que haya valido la pena haberse propuesto y haber alcanzado ese objetivo. En su momento pensó que ese objetivo profesional era la realización de todos sus anhelos, algo así como el bien supremo; ahora se da cuenta de que se equivocó. El error está en haber querido conseguir a toda costa, absolutizándolo, un bien que no es completo ni autosuficiente, por lo que no es razonable —es decir, no es bueno— proponérselo como objeto último del deseo, como fin último. El fin verdaderamente último es completo y autosuficiente, no deja nada fuera de sí.

2) La noción de fin último está estrechamente ligada a la consideración de la propia vida como un todo, y sólo a esta consideración.
En la literatura filosófica es frecuente encontrar el concepto de fin último en el contexto de discusiones sobre la felicidad y el eudemonismo, sobre la existencia de un orden prefijado de fines naturales que vendría a ser como el presupuesto (extra-ético) de la reflexión ética, otras veces se lo encuentra en el marco de debates cosmológicos o meta-físicos sobre la finalidad. Sin desmentir lo que sobre estas cuestiones hemos dicho y sin prejuzgar lo que hemos de decir más adelante, conviene precisar ahora que, en sentido riguroso, la única condición necesariamente requerida por el concepto de fin último es la disponibilidad y la capacidad de considerar implícita o explícitamente la propia vida como un todo. Es más, se puede afirmar que considerar la vida como un todo y tematizar el fin último es una y la misma cosa. Sólo visualizando intelectivamente el fin último es posible considerar la propia vida como un todo.
 
3) Conviene advertir, por último, que la consideración de la propia vida en su totalidad no es más que lo que en el capítulo I llamábamos el punto de vista propio de la moral.
La perspectiva de totalidad distingue la razón moral de la razón técnica o instrumental. Mientras se delibera acerca de la obtención de una finalidad restringida, y de la satisfacción del particular deseo o tendencia que a ese fin sectorial mira, la razón actúa formalmente de modo técnico o instrumental, lo que no quiere decir en modo alguno que lo que se decida no tenga un significado moral. De una deliberación semejante nunca saldrá un propósito que perfeccione al hombre en cuanto tal, mejorando o cambiando sus deseos. Se adopta el punto de vista moral, en cambio, cuando los fines restringidos y, por consiguiente, los deseos, intenciones y actividades que a ellos miran, son referidos a lo que para cada uno es el fin global, desde el cual se enjuician aquéllos (poniéndolos en relación con las demás tendencias y sus fines, sin excluir de tal valoración los modos concretos por los que aquí y ahora los fines restringidos pueden obtenerse). Al elevar la mirada por encima de los fines particulares que la persona puede proponerse, extender, limitar o rechazar, se está considerando la vida como un todo, con lo que se crea el espacio moral en el que los fines particulares pueden ser valorados y reordenados.

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