Líneas
fundamentales de la investigación tomista sobre el fin último
Tomás de Aquino utilizó ampliamente
la ética aristotélica para la exposición sistemática de su pensamiento moral.
Su concepto de fin último es formalmente idéntico al acuñado por todos los que
se preguntan por el bien global de la vida humana. El fin último es un bien
querido por sí mismo. Sacia por completo la voluntad y las inclinaciones
humanas y es incompatible con cualquier mal , incluido el temor de perderlo.
Una vez obtenido, el deseo se detiene. Es verdaderamente el objeto último y
conclusivo de la voluntad.
Al elaborar su metafísica
creacionista, Sto. Tomás de Aquino ha establecido que Dios es el fin último de
la creación y de las criaturas y ha precisado en qué sentido lo es. Pero esto
no resuelve el problema específico de la moral. Dios es el principio y el fin
último de muchos entes creados que no pueden ser felices, y podría ser que Dios
fuese el fin del hombre, pero sin que el hombre pudiera llegar a Dios de modo
que los deseos humanos quedasen completamente saciados.
Tomás de Aquino se pregunta, por
tanto, qué actividad o qué bien puede saciar por completo el deseo humano y si
esa actividad existe y está al alcance del hombre. La investigación procede
dialécticamente, examinando los diversos géneros de vida que pueden parecer y
de hecho parecen beatificantes. Se pregunta en primer lugar si puede hacer feliz
al hombre alguno de los tipos de vida que suscitan admiración, deseo y tal vez
envidia: la salud y la autoconservación, la vida llena de riqueza, la buena
reputación de quienes han realizado obras de gran valor (científico, artístico,
etc.), la fama de los que triunfan, los diversos géneros de placeres e incluso
la satisfacción general de quien se siente feliz. La respuesta de Sto. Tomás es
negativa, y la fundamenta en cada caso sobre diversos argumentos que no es
necesario recorrer con todo detalle. Muestra que ninguno de esos géneros de
vida cumple las condiciones propias del objeto último y pleno del deseo. Ni la
autoconservación, ni las riquezas, ni el honor, ni el triunfo, ni la vida
dedicada al placer excluyen la presencia de otros males de diverso tipo .Es
frecuente que quien en alguna dimensión de su vida es excelente, e incluso
genial, deje mucho que desear en otras, y la personalidad descompensada genera
sufrimiento.
El Aquinate continúa su investigación preguntándose si
algún tipo de operación humana que tenga por objeto a Dios puede aquietar el
deseo humano. ¿Puede ser una operación de la voluntad? Según el, de la voluntad
se pasa a la inteligencia. Y aquí surge la pregunta por la inteligencia
práctica, que es la inteligencia que ordena las acciones. Se pasa por último a
la razón en cuanto conoce la verdad, es decir, a la razón teórica. Y aquí
considera Tomás de Aquino el conocimiento acerca de Dios de carácter
prefilosófico, el que se puede alcanzar mediante el conocimiento metafísico, y
el que los creyentes tienen a través de la fe. Se responde a la cuestión
estableciendo una distinción entre la felicidad perfecta y la felicidad
imperfecta, que no corresponde a la que establecía Aristóteles.
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