La acusación de egoísmo
Casi todas las éticas elaboradas
desde el punto de vista de la tercera persona consideran que la moral consiste
esencialmente en limitar los propios intereses y objetivos en virtud de la
atención y del respeto debido a los demás. Por el contrario, las éticas «de la
primera persona» están centradas en el agente y en su felicidad, por lo que
serían éticas egoístas.
La objeción responde a una comprensión insuficiente del planteamiento de que la acción moral presupone y forma parte de un proyecto de vida elegido por la persona, que es la figura concreta que el fin último adquiere para cada uno. No vemos razón alguna para pensar que subrayar la importancia ética de la elección de un género de vida implique que el género de vida elegido deba ser egoísta. Puede serlo o no serlo, pero esto no depende de nuestro planteamiento. Éste implica más bien el pleno reconocimiento de la justicia, de la solidaridad, de la generosidad y de todas las demás virtudes que miran y se fundamentan en el bien y en los derechos de nuestros semejantes, y no en los propios intereses.
Sólo presuponiendo que el interés
personal es indiferente u opuesto al bien de los demás, la objeción podría
tener sentido. Pero este presupuesto antropológico es propio del «egoísmo
racional» defendido por muchas éticas de la tercera persona, mientras que
resulta inaceptable para nuestro planteamiento.
Es verdad que, en la práctica, el amor propio
espiritual es siempre un peligro posible para el ser humano. Pero se trata de
un peligro que acecha a todo hombre, y que nada tiene que ver con nuestro
planteamiento ético (también hay peligro de amor propio cuando alguien se
considera fiel cumplidor de todas las normas y deberes). El concepto de fin
último o felicidad no representa la canonización del amor propio, porque se
refiere directamente al valor moral de un género de vida y de las actividades
que lo integran.
0 comentarios:
Publicar un comentario